Friday, July 11, 2008

Las FARC en Jaque

"...el jefe de la operación dijo: somos el ejercito nacional, están en libertad। El helicóptero casi se cae...porque saltamos... gritamos...lloramos...nos abrazamos...no lo podíamos creer. Dios nos hizo este milagro...esto es un milagro...", Ingrid Betancourt.

Tras años de cautiverio una extraordinaria operación de inteligencia del ejercito colombiano llamada "Jaque" permitió el rescate de Ingrid Betancourt,11 miembros de la Fuerza Pública y los estadounidenses Keith Stansell, Thomas Howes, Marc Gonsalves. Estos últimos fueron secuestrados en 2003 luego de ser acusados por las FARC de ser espías de la CIA mientras recogían información sobre plantaciones de droga.

.¿Pero como fue posible burlar a las FARC?
La operación "Jaque" fue preparada minuciosamente durante siete meses, su objetivo era liberar a los principales secuestrados mediante el engaño a los dirigentes guerrilleros. El Mono Jojoy, jefe militar de la organización, le había encargado a Gerardo Aguilar el control de los secuestrados políticos, el tesoro más preciado de las FARC, el primer paso entonces era ganarse su confianza. Dos factores hicieron posible la operación, por un lado los problemas de comunicación de la guerrilla, fragmentada por la ofensiva militar que la atenaza desde 2002, y por otro, la infiltración de agentes camuflados en las filas del grupo armado.
A principios de enero, un grupo de jóvenes coroneles del servicio secreto empiezan a preparar un plan para rescatar a los secuestrados aprovechando las debilidades de comando, deben ganarse a César, aislarlo de sus mandos y lograr que saque a los rehenes mediante una estratagema.Una vez ubicados los cautivos comienza entonces lo que Freddy Padilla, jefe de las Fuerzas Armadas colombianas, llama "la persuasión" de César. Los infiltrados ocupaban puestos de confianza en las comunicaciones por lo que lograron hacerle creer que el jefe máximo, Alfonso Cano, le ordenaba reunir a los rehenes y trasladarse con ellos a su zona de control, en el occidente del país. Para ello contarían con la ayuda de una ficticia organización internacional simpatizante de las FARC.. César decide cumplir la orden.

En junio el presidente Álvaro Uribe es informado del plan, da la luz verde y asume "toda la responsabilidad política". En dos semanas un equipo de élite se entrena para hacerse pasar por guerrilleros, con clases intensivas de teatro y una muy acertada caracterización, que incluía camisetas del Che Guevara, están listos para el "Jaque". El Ejército pinta de rojo y blanco dos helicópteros MI-17 rusos, el mismo modelo que el presidente venezolano, Hugo Chávez, había utilizado para recoger a dos rehenes liberadas en enero por la guerrilla.

El mediodía del 2 de julio, uno de los helicópteros aterriza en el campamento de César, dos de los miembros del comando bajan y tratan con rudeza a los rehenes, a los que suben esposados a la aeronave. César y Enrique Gafas les acompañan. Cuando el helicóptero cobra altura, el comando salta sobre los dos guerrilleros y los neutraliza. "Somos el Ejército Nacional. Están en libertad", dice uno de los agentes a los secuestrados, en esos momentos lloran de alegría y abrazan a sus salvadores: cuatro tripulantes y un comando de élite formado por ocho hombres y una mujer, que han afrontado la operación desarmados. En el suelo, desnudos y maniatados, el comandante César, encargado de los secuestrados más valiosos de la guerrilla, y su lugarteniente Enrique Gafas, conocido por su crueldad.

Vestida con chaqueta de camuflaje, botas de caucho, pantalón negro y con un rosario de madera en su mano, aterrizó Ingrid Betancourt en el aeropuerto militar Catam de Bogotá, y abrazó a su madre, Yolanda Pulecio, y a su esposo, Juan Carlos Lecompte. A la hora de la transmisión televisada de la primera rueda de prensa tras seis años, cuatro meses y nueve días de cautiverio de Betancourt, las calles de la capital colombiana se veían desoladas, todos se sentían parte de este gratuito y cruel drama humano.

Para el mundo esta operación sin precedentes al parecer confirma la debilitación de esta guerrilla de 44 años y es un paso hacia la esperanza, un rescate sin una gota de sangre que le dio la libertad a 15 personas que habían sido torturadas y que habían sufrido durante tantos años, pero que también siembra incertidumbre sobre el destino de los que no tuvieron la suerte de ser liberados y sobre las posibilidades de una solución política o armada al conflicto.

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